
La sociedad almeriense del siglo XVI, es una sociedad a la defensiva por las continuas luchas internas entre cristianos y moriscos, en la que los cristianos viejos se protegen intramuros de la ciudad, reforzando las murallas, cuyo perímetro se retranquea a la altura del paseo debido al descenso de la población. En este siglo, la ciudad se transformará en una ciudad conventual donde sus construcciones y huertos serán el pilar fundamental de la nueva imagen urbana. La mayoría de los conventos e iglesias, se concentrarán en el arrabal de la Musalla, siendo la construcción más característica que en él se encuentra la Catedral-Fortaleza, situada en el corazón de la ciudad.
Las calles principales se mantienen pero la trama urbana se va haciendo más recta y el trazado más ancho, las casas se amplían y las nuevas que se construyen, a diferencia de las musulmanas, que mantenían una fachada exterior sencilla volcando la decoración en su interior, en época cristiana, lo importante será la apariencia externa que se transmite en la fachada muy decorada.
Se multiplican las ventanas, y en las portadas aparecerán escudos y blasones que manifiestan el lustre familiar. En los siglos XVI y XVII, las murallas se conservan prácticamente íntegras, aprisionando el crecimiento de la ciudad a levante, más allá del arrabal de la Musalla y la actual Puerta Purchena. A partir del s. XVII, los barrios intramuros y extramuros experimentan un crecimiento considerable mientras que la Medina se irá recuperando del fuerte despoblamiento sufrido en el s. XVI a consecuencia del terremoto de 1522.
En el s. XVIII Almería sufrirá una etapa de aceleración del crecimiento demográfico y económico, junto a la Almedina ya recuperada demográficamente se formarán cuatro barrios intramuros de la ciudad: La Catedral, Hospital, Coca (Tiendas) y Peñas. Igualmente se producirá un ensanchamiento de los barrios extramuros, apareciendo otros nuevos: Barrio Alto (al otro lado de la Rambla Belén), Barrio Nuevo (alrededor de la C/ Regocijos y Puerta Purchena), Cruces (frente a la Rambla Alfareros y junto a C/ Granada) y por último Las Almadrabillas junto al Puerto. La ciudad pasó de tener 1.800 habitantes a finales del s. XVI a 13.000 a finales del s. XVIII.
En la arquitectura civil, se apreciará una variedad de tipología nobiliaria donde destacará el clasicismo que presenta el Palacio de los Vizcondes del Castillo de Almansa y la vivienda noble y provinciana cristalizada en la Casa de los Puche de la Plaza Bendicho.
La ciudad actual, comenzó su configuración definitiva a partir del derribo de las murallas en el año 1855. En la primera mitad del s. XIX la ciudad conventual tiende a desaparecer con motivo del crecimiento demográfico, las nuevas actividades económicas, las necesidades en viviendas e infraestructura de la ascendente burguesía y el naciente proletario urbano.
En la segunda mitad del s. XIX la ciudad crece, se transforma y se abre al exterior. Los motivos causantes de dicho crecimiento serán por un lado el auge del siglo minero, el comercio de la uva y la actividad exportadora, que en arquitectura y urbanismo se verán plasmados en el ensanche a levante del Paseo de Almería, Puerta de Purchena y Rambla Obispo Orberá y por otro lado la construcción del Puerto. La Estación del Ferrocarril cerrará la denominada arquitectura industrial de finales del siglo XIX, junto al Cargadero del Mineral (Cable Inglés) de inicios del siglo (1902).


Todo este proceso histórico y urbanístico desarrollado entre los siglos XVI al XIX, fue generando un importante patrimonio urbano donde edificios, calles, costumbres y tradiciones convivirán con una permanente vida intelectual de ocio y relación que sentarán las bases de la vida actual de la ciudad, ofreciéndole un aspecto singular.

